viernes, 10 de abril de 2009

Pueblos Abandonados II

A vueltas con el tema del abandono de los pueblos y la pérdida de raíces, cultura, patrimonio, en resúmen, de parte de nuestra historia, me permito hoy traer a este blog a Jose Antonio Labordeta, poeta, cantautor, profesor, político, historiador,... aunque ha confesado que la faceta en la que se encuentra más a gusto es la de caminante.

Según sus propias palabras, recogidas en "Tierra sin mar", uno de sus libros:

"Nací en Zaragoza en el año 1935, en el seno de una familia pequeño-burguesa e ilustrada. En mi casa igual se leía a Virgilio que a Lautremont. Tuve una infancia secretuda y llena de escondites donde guardaba mis ansias de ser un hombre. No fui buen estudiante pero sí buen amigo de mis amigos. De mi hermano Miguel heredé el ansia de escribir y de mi hermano Manuel la de cantar. ¡Él sí que cantaba bien!
De mi padre heredé los silencios y de mi madre la desconfianza hacia el ser humano.
Escribí versos, me reí con mis amigos y el franquismo me puso la cara seria hasta tal punto que, durante unos años, olvidé el reírme. Tan tarde empecé que ahora mi risa es un rictus un tanto conejil.
Un día me puse a cantar, pero nunca me lo tomé muy en serio porque estaba convencido de que ése no era mi oficio.
Oficié en Andalán con unos colegas inconscientes y seguí convencido de que lo mío era pasear por las mañanas en la zaragozana gusanera.
A mis veintitrés años vi por primera vez el mar, desde lo alto del Campamento de Milicias Universitarias de Castillejos. Desde allí descubrí el cabo de Salou. Luego vi el Cantábrico y entendí a los poetas ingleses.
Ahora sólo me produce intranquilidad el fax. Lo demás, a mi edad, ya casi lo tengo todo controlado, menos la vida, naturalmente"

Labordeta canta a su tierra agreste, hermosa y desierta en sus canciones y poemas. Habla del dolor de la emigración, que hoy en día sigue siendo una realidad en provincias como Huesca y Teruel: a pesar de que la población ha crecido en términos generales, los pueblos han seguido perdiendo habitantes en favor de los grandes nucleos urbanos.

En este enlace podéis oir (y leer) "Regresaré a la casa" una hermosa canción en la que habla de regresar a la casa familiar.

Ha presentado la realidad de una tierra olvidada y ha reflejado la dignidad de su gente, en una época en la que había que hablar en voz baja, en los años finales de la dictadura. De hecho, sus libros, discos y recitales fueron prohibidos y se le retiró el pasaporte.

En los años 90 Labordeta realiza "Un país en la mochila", una serie para Televisión Española. Como él mismo la ha definido: Un libro de viajes, un recorrido por la España rural.

En su camino a través de la España interior, Labordeta se ha encontrado a gente «muy desconcertada. Es un mundo donde se masca una vida dura, pobre y humilde, muy alejada del boato de las grandes ciudades. Resulta entrañable. Pero ellos se encuentran con que las circunstancias están cambiando y no saben hacia dónde se dirigen. Las tradiciones, las costumbres -afirma el guionista- se están acabando. Pero no te hablan con nostalgia».

Puedes leer sus poemas más recientes en su blog.



Aquí os dejo la letra de una hermosa canción que habla de abandono y soledad, de la pena de los que quedaron cuando marcharon los hijos a la ciudad. La puedes oir aquí.

La vieja

Siempre te recuerdo vieja
sentada junto al hogar,
acariciando la lumbre,
la cadiera y el pozal.
La tristeza de tus ojos
de tanto mirar,
hijos que van hacia Francia
otros hacia la ciudad.
Miguel dice que va bueno
y parió la del Julián
Tú te quedas con tus muertos
rezándoles sin parar,
pensando que en esta vida
sólo se puede llorar.
Siempre te recuerdo vieja
sentada frente al portal,
repasando antiguas mudas
que ya nadie se pondrá.
Al cierzo de los otoños
vas a buscar
palabras desde la Francia
o desde la ciudad.
Miguel cayó del andamio
y parió la del Julián.
Tú, tus mitos y tus penas
cubren barbecho y erial,
cubren los viejos olivos
con tu densa soledad.
Siempre te recuerdo vieja
zurciendo la eternidad
con tus palabras menudas
ocultando la verdad.
Miguel murió del andamio
y los chicos del Julián
al final de aquel verano
volvieron a la ciudad.
A ti te enterramos pobre,
como debía pasar,
al lado de tu marido,
tus padres y el sacristán,
que loco por las campanas
se desguazó ante el altar.
Siempre te recuerdo vieja
nunca te podré olvidar,
eternamente paciente,
sufriendo sin más ni más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario